El Estudio de Joaquin Clausell
Invisible en la azotea de un conocido edificio del Centro de la Ciudad de México, hoy sitiado por el comercio informal, se encuentra La Torre de las Mil Ventanas. El edificio no es otro que el Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, sede actual del Museo de la Ciudad de México (MCM). Sus antiguos muros barrocos y su patio cuadrangular albergan modernas salas dedicadas a mostrar la historia de la ciudad, sus diversas transformaciones a lo largo de los siglos y sus problemas con el agua.
Sin embargo, la belleza del edificio y la acertada propuesta museográfica de sus exposiciones no son el único atractivo con que cuenta el Museo de la Ciudad de México. Situado en la parte más alta de esas escaleras custodiadas por leones, se encuentra el Estudio de Joaquín Clausell, el más grande representante del Impresionismo en México. Las paredes de esta alargada habitación fueron convertidas por este pintor (que decía no serlo) en una especie de Capilla Sixtina mexicana; ahí se conservan alrededor de 1300 pequeñas escenas -cuadros o bosquejos de cuadros- pintadas al óleo en una cautivante mezcla de paisajes, personajes mitológicos, símbolos, miradas, alegorías, espíritus y mares agitados. La técnica de Clausell contó con la influencia impresionista de Claude Monet y Camille Pissarro, a quienes conoció personalmente durante un exilio voluntario en París, a finales del siglo XIX. Joaquín Clausell desarrolló un impresionismo con tintes mexicanos que puede observarse en diversas escenas de su estudio. Sus críticos e intérpretes han visto en esta decisión de pintar en los muros una forma de expresar sus sueños y las figuras que lo obsesionaban, ya que muchos de los temas que ahí se pueden observar nunca fueron objeto de su pintura de caballete. El estudio de Joaquín Clausell representa, por tanto, una oportunidad única para conocer y recorrer el espacio íntimo de un artista, un espacio histórico que sirvió como sala de discusión para temas estéticos, vanguardistas y, sobre todo, críticos.
La utilización pictórica de la superficie de los muros parece en un principio caótica. Sin embargo, un acercamiento mostrará que muchos de esos espacios fueron pensados por Clausell como auténticos cuadros, pues se aprecia que el yeso o el cemento fueron esgrafiados para delimitar temáticas y escenas, de manera que el visitante percibe una casi infinita colección de pinturas apiladas que ocupan hasta el último resquicio vacío, invadiéndose incluso unas a otras si es necesario.
El Panorama
Un golpe de suerte y la vaga definición en la solicitud del permiso para fotografiar “también” “Aspectos Generales del Museo” me permitió convencer a vigilancia para tomar éste panorama. La Torre de las Mil Ventanas, desde mi punto de vista, parece estar perdida en otro de los recovecos de ésta, mi ciudad, al entrar no se puede evitar el tratar de percibir las miles de formas visibles y ocultas, un espacio para contemplar, un buen espacio para pensar. La toma no fue sencilla, el estudio se encuentra ubicado en la parte más alta del museo, permanece con las puertas abiertas que permiten la entrada, salida o sólo el paso de los visitantes. Una vez conseguido el permiso tuve que convencerlos también que me permitieran cerrar sus dos puertas, pues la entrada de luz era tanta que los brillos generados no permitían que se distinguiera claramente el mural. La luz en el interior es muy tenue, imagino yo que con el fin de conservar la obra, sin duda un reto fotográfico exigente. Para mi es un orgullo enorme poderles compartir este espacio de la obra de nuestro Impresionista Mexicano:
Joaquin Clausell
José Joaquín Quirico Marcelino Clausell Franconis nació en Campeche en 1866. Pasó, sin embargo, importantes períodos de su vida en Nueva York y París. Estudió abogacía en la Escuela Nacional de Jurisprudencia y en su juventud fue un reputado caricaturista. Esta afición lo vinculó con el periodismo y la crítica sociopolítica, por lo que en 1893 fundó un periódico llamado “El Demócrata” (en el que los izquierdistas hermanos Flores Magón colaboraban también) en abierta oposición al régimen dictatorial de Porfirio Díaz. La corta vida de esta publicación terminó con la clausura ordenada por el gobierno y les costó la prisión a Clausell y a su socio Francisco Blanco, quienes purgaron condenas en la Cárcel de Belén (el Palacio de Lecumberri, descrita por el norteamericano Dwight Worker como “La punta llena de pus del grano del culo del mundo”), de donde el pintor escapó unos seis meses después. Clausell pisaría esta prisión en otras ocasiones, pues se consideraba un promotor de la libertad de expresión “resuelto a todo”, cualidad que desarrolló en publicaciones como el proscrito periódico El Hijo del Ahuizote y apoyando a opositores como Heriberto Frías. Fueron quizás estas características las que después lo hicieron recluirse voluntariamente en su estudio, cuando convertido en pintor -impulsado entre otras cosas por la admiración que por él sentían Diego Rivera y Gerardo Murillo- decoró los muros y pintó también su importante obra de caballete, que en parte se puede admirar hoy en las salas del Museo Nacional de Arte (MUNAL) situado en el antiguo Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas, en la Calzada de Tacuba. Clausell no se consideraba pintor y ni siquiera firmaba sus cuadros. Expuso su obra por vez primera gracias a la insistencia del Dr. Atl, quien lo incluyó en una exposición colectiva de los alumnos de la Academia de San Carlos, pero en 1921 expuso en la Escuela Nacional de Bellas Artes y Nueva York, donde su obra recibió grandes elogios. Para poder contar con un espacio privado para reunirse con sus colegas y pintar, él mismo mandó construir las dos habitaciones de su estudio -su exilio en la ciudad- en la azotea del Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, que pertenecía por entonces a su esposa Ángela, hermana de su buen amigo Antonio Cervantes. Joaquín Clausell fue miembro y fundador del Círculo Artístico de México y abogado defensor de los poco afortunados. Desgraciadamente el pintor murió el 28 de noviembre de 1935 en un sospechoso y poco documentado accidente cerca de las Lagunas de Zempoala, cuando una peña sobre la que admiraba el paisaje en compañía de su amigo Carlos Busquets se desprendió de la montaña y los precipitó al fangoso vacío. A manera de homenaje, Bellas Artes organizó diez años después una exposición con su obra.